Lectura: Lucas 5:27-35
El entrenador estaba desesperado porque a muy pocos juegos de alcanzar la meta anhelada, la gran final, cinco de sus mejores jugadores estaban lesionados y no había tiempo para recuperarlos. Entonces, volvió su mirada al banco de jugadores suplentes y estaba lleno de jugadores muy jóvenes, algunos quienes ya habían pasado su mejor momento y otros a quienes ya había descartado de sus planes; pero, sin otra solución, tuvo que echar mano de ellos.
Este equipo de descartados tuvo una racha de partidos invictos hasta llegar a la gran final y la ganaron.
Esta situación me hace reflexionar sobre cómo reunió Jesús a su “equipo” de discípulos. Incluyó rudos pescadores galileos, un zelote, e incluso un despreciado recaudador de impuestos llamado Leví o Mateo. Este principio lo refuerza el apóstol Pablo cuando nos dice lo siguiente: “Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27). El Señor utilizó a la mayoría de aquellos hombres comunes y corrientes, para iniciar un movimiento que afectó al mundo de manera tan drástica que nunca volvió a ser igual.
¡Qué lección para nosotros! A veces, buscamos a los conocidos, los influyentes o los adinerados, y tendemos a ignorar a los de menor condición social o con limitaciones físicas.
Jesús por el contrario incorporó a su equipo algunas de las personas menos atractivas para la sociedad, y las trató sin hacer diferencia. Con el poder y la guía del Espíritu, nosotros también podemos conformar un equipo de personas comunes y corrientes para alcanzar a más almas para Jesús.
- Nuestra misión es llevar las buenas nuevas del evangelio a todos cuantos podamos, y todos los creyentes sin excepción debemos formar parte del equipo de Jesús.
- Tú también puedes ser parte del equipo de Jesús; después de todo, tal como yo, eres alguien “común y corriente”; pero tenemos un interés en común: Jesús y su obra.
HG/MD
“Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: ¡Sígueme! Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (Lucas 5:27-28).