Lectura: 1 Corintios 1:26-31

La obra de Dios no la hacen personas extraordinarias, sino personas ordinarias, que están comprometidas con Él.  Puede que digamos a Dios: “No soy nada, no tengo dones, muchas veces fracaso miserablemente.  ¿En verdad quieres usarme?”

La respuesta a esa pregunta se encuentra en la Palabra de Dios, Él usó a Moisés, indeciso e incapaz de expresarse bien, para liberar a Israel (Éx.3:13; 4:10).  Usó a hombres que cuidaban y pastoreaban animales, así como pescadores y agricultores, para hacer Su obra y registrar Sus palabras.  Un simple carpintero y una muchacha campesina criaron a Su Hijo.

Esa es la forma en que Dios trabaja.  Aunque hoy en día tenemos métodos y dispositivos modernos, medios de comunicación masiva como las redes sociales para compartir el mensaje, es la gente ordinaria la que hace la obra extraordinaria.  Una abuela ora fielmente por sus nietos y habla con cada uno de ellos respecto a confiar en Cristo como Salvador y Señor.  Un empleado de oficina testifica a todos sus  compañeros de trabajo.  Una mujer creyente les lleva comida a sus vecinos que no son creyentes, que tienen a su bebé hospitalizado y les asegura que orará por ellos y su bebé.

Cuando preguntamos: “¿Desea Dios usarme realmente?” la respuesta es clara.  Dios escoge a “lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte” (1 Cor. 1:27).

Dios ha estado usando personas ordinarias como tú y como yo durante miles de años.  ¿Por qué habría de cambiar esa forma hacer las cosas ahora?

  1. Se buscan: Personas ordinarias para hacer Su obra extraordinaria.

 

  1. ¿Y tú, qué vas a hacer?

 

NPD/DCE