Lectura: 1 Pedro 2:18-25

Hace ya algún tiempo, un estudiante universitario comprometido con su recién declarada fe, dispuso en su corazón comunicarle el evangelio a cuanta persona se encontrara. En una de sus caminatas, se dio cuenta que por ir distraído había ingresado a un barrio no muy seguro y se encontró a un grupo de hombres un tanto peligrosos; uno de ellos le dijo al joven: “Bestia”, mientras lo halaba de su camiseta fuertemente, “tengo ganas de romperte la cara”.  “Amigo”, le contestó el joven, “si eso le va a ayudar a usted y a mí me va a hacer menos bestia, rómpamela.” Al final no le rompió la cara y el grupo lo dejó en paz.

Gracias al Señor, y a la respuesta oportuna y calmada del muchacho ante la amenaza, se aplacó la ira de quienes lo acechaban tal y como se espera de todo creyente.  El apóstol Pedro escribió, que cuando al Señor lo maltrataban respondía de la siguiente forma: “Cuando lo maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba sino que se encomendaba al que juzga con justicia” (1 Ped.2:23).

Cuando llegamos a creer en Jesús, depositamos nuestra fe en Él, y empezamos a defenderla contra los embates de quienes tratan de destruirla, lo más natural es que vengan las pruebas; pero si respondemos con violencia, lo que estamos haciendo es confiar en nuestra propia fuerza. Por el contrario debemos seguir el ejemplo de nuestro Señor, quien nos mostró la forma de responder ante las falsas acusaciones del Sanedrín (Mateo 27:11-14).  De esta forma estaremos descansando en el poder de Dios.

  1. Cuando enfrentamos situaciones complicadas y ponemos nuestra confianza en Jesús, podremos soportar la angustia cuando seamos perseguidos injustamente, debido a nuestro andar en la fe.
  1. Devolver un bien por otro es admirable, pero devolver un bien por un mal es una actitud de creyentes.

HG/MD

“Cuando lo maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba sino que se encomendaba al que juzga con justicia” (1 Ped.2:23).