Lectura: Salmos 146:1-10

Robert Lowry (1826–1899) pensaba que su mayor contribución en la vida había sido predicar a su congregación; sin embargo, a este ministro del siglo 19 se le recuerda más por su música. Durante su vida compuso más de 500 canciones, entre las más recordadas están: “Crucificado fue mi Salvador”, “Señor, que tú me ayudes” y “Ve cristiano y predica”.

Durante los turbulentos años de la guerra civil estadounidense, Lowry, escribió un himno con palabras que no se centraron en los terribles acontecimientos que estaban ocurriendo a su alrededor, sino en el inmutable cuidado de Jesús, algunos de sus versos dicen lo siguiente:

Aunque mi gozo y mi consuelo mueran,

Aunque la oscuridad sea lo que me rodea,

¡El Señor, mi Salvador, vive!

Ninguna tormenta puede alterar mi profunda calma.

A su cuidado me voy a aferrar.

Cristo es Señor del cielo y de la tierra,

¿Cómo podría dejar de cantar?

La confianza que expresó Lowry mientras atravesaba ese valle de sombra y de muerte, hacen aún más vivas las palabras del salmista, y resuenan con más fuerza en nuestros oídos: “No confíen en príncipes ni en hijo de hombre porque no hay en él liberación… Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está puesta en el Señor su Dios” (Salmo 146:3, 5).

  1. Reaccionar con fe o con temor ante las circunstancias de la vida, dependerá de lo que esté en tu corazón y mente.
  2. Si Jesús te rescató y te dio vida cuando estabas muerto, ¿cómo podrías dejar de cantar?

HG/MD

“Alabaré al Señor en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva” (Salmo 146:2).