Lectura: Eclesiastés 1:3-11

Siempre me ha llamado la atención el boliche, y aunque en realidad no lo practico tan a menudo, me gustan los elementos que componen este juego: la pista o línea aceitada, las bolas, los zapatos antideslizantes, algunos utilizan guantes y por supuesto los bolos.

Además, y aunque no parezca muy importante, hay un elemento que ayuda mucho a darle ritmo al juego, me refiero a la máquina que retira los bolos caídos y los que casi siempre quedan de pie (por lo menos en mi caso), la cual los vuelve a poner en orden para la siguiente jugada o participante, si no fuera por ese movimiento repetitivo las partidas se alargarían muchísimo.

En la vida existen muchas tareas que pueden parecernos repetitivas como: lavar la ropa, cocinar, estudiar, entre muchas otras.  Y es que nuestra existencia está plagada de acciones que realizamos una y otra vez; esto no es nada nuevo.

Ya en el libro de Eclesiastés, su autor, quien la mayoría concuerda en que fue el rey Salomón, empezó este libro quejándose por lo que él sentía como fastidioso y que le resultaban los ciclos interminables de la vida (1:2-3), incluso los considera insignificantes porque decía: “lo que fue, eso será; y lo que ha sido hecho, eso se hará. Nada hay nuevo debajo del sol” (v.9).

Es importante aclarar que al final del libro el autor logra recuperar la alegría, cuando entiende que nuestra verdadera satisfacción sólo puede venir cuando reconocemos lo que somos y le damos a Dios el valor preponderante en nuestras vidas (12:13).

  1. En tu vida, ¿cuáles son los “bolos” que constantemente tienes que acomodar?  En el momento que esto suceda, debes detenerte y analizar lo que estás haciendo a la luz de lo que aporta esa tarea legal y honesta para tu familia, empleador, emprendimiento, entre otros.
  2. Aunque los demás no te vean o valoren tu trabajo, Dios si te ve y reconoce tu esfuerzo sincero y honesto; preséntalo como una ofrenda a nuestro Señor, reconociendo que todo lo que haces es como para el Él (Colosenses 3:23-24).

HG/MD

“Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).