Lectura: Romanos 6:16-23
No sé si has tenido la oportunidad de hacer montañismo alguna vez; es impresionante ver los paisajes y respirar el aire limpio de las montañas.
No obstante, hay una cosa que puede causar un poco de miedo, si te detienes cerca de uno de los precipicios de esas montañas y miras hacia abajo, en ocasiones no puedes ver dónde está el fondo del precipicio ya que se pierde en la oscuridad, incluso puedes empezar a perder el equilibrio y en algunos casos te puedes empezar a marear, por eso cuando eso pasa tienes que retroceder de inmediato.
El pecado es similar, la curiosidad puede hundirnos en la oscuridad. ¿Cuántos se han acercado demasiado al borde y tras perder el equilibrio cayeron en las tinieblas? Por ejemplo, destruyeron familia, reputación y carrera debido a relaciones adúlteras que empezaron con un “simple” coqueteo y terminaron en pensamientos y acciones. Posteriormente, cuando miran atrás, suelen decir: “No parecía tan malo lo que hacía”.
Cuando cometemos el error de acercarnos demasiado a la tentación, no nos engañemos a nosotros mismos, sabemos que algo está mal, y, aun así, jugamos con eso. Luego, caemos inevitablemente en perversiones oscuras. Jesús lo expresó con claridad: “todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado” (Juan 8:34).
- Señor, ayúdanos a reconocer que necesitamos de tu ayuda en cada paso de nuestra jornada acá en la tierra.
- Señor, perdónanos y ayúdanos a entender que debemos alejarnos del camino oscuro y tenebroso del pecado.
HG/MD
“Porque todo lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del Padre sino del mundo” (1 Juan 2:16).
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