Lectura: Romanos 11:33-12:2
Un conocido estaba buscando una iglesia local en la cual congregarse y afirmó que había encontrado una iglesia que llenaba todas sus expectativas. Me dijo: “En esta iglesia que encontré no me juzgan por nada, no les importa lo que hago, no exigen nada de mí, y sobre todo me siento bien conmigo mismo, pues soy una persona muy ocupada y ellos lo entienden”.
Esta conversación me hizo preguntarme sobre la cantidad de personas que deben estar pasando por este tipo de situación, buscando iglesias locales que se ajusten a sus expectativas. A este tipo de cristianismo se le conoce como: A mi medida y gusto.
¿Es este el compromiso que Jesús espera de nosotros al llamarnos? No existen suficientes asientos acojinados, luces, ni música especial, o palabras aduladoras que oculten la dura realidad de que el verdadero discipulado es costoso, tiene que ver con morir a nosotros mismos, llevar su cruz: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Mateo 16:24.
Realmente nadie puede vivir la vida cristiana si su carácter no refleja las prioridades y el carácter de Cristo; si bien es cierto congregarnos con otros que tienen nuestra misma esperanza es una fuente de gozo, no podemos pensar que la iglesia es una diversión de fin de semana o un lugar donde hacen crecer el ego de quienes se reúnen.
- El Señor nos llamó a marcar la diferencia mientras estemos en esta tierra, no debemos amoldarnos a este mundo, sino ser la luz que refleje a quien amamos y en quien hemos puesto nuestra fe: Jesús. Es imperativo negar nuestra voluntad y optar por la suya (Romanos 12:1-2).
- Ser un discípulo del Señor demanda disciplina.
- La disciplina es uno de los mejores regalos de Dios. Ser discípulo exige lo mejor de nosotros y debe ser uno de nuestros regalos para Él.
HG/MD
“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).