Lectura: Isaías 40:6-11

Una de los pasatiempos que disfruto es la fotografía, es una forma en la cual guardo el recuerdo de un momento del pasado: una puesta de sol, las olas rompiendo en la playa, el correr de un río caudaloso, la delicadeza de una flor, la sonrisa de un niño jugando en las olas capturada en el momento, y que hubiera pasado inadvertida si no hubiera hecho clic en el obturador.  Así como este último ejemplo, hay muchos acontecimientos que vienen y van, y que sólo Dios ve.

¿Quién puede imaginar cuántas olas ha enviado el mar hacia la orilla? No obstante, cada una de ellas es única. Tal como se ve en cada onda del mar, Dios hace que las cosas aparentemente comunes se conviertan en una belleza extraordinaria. Con el agua y el aire elabora obras de arte maravillosas. Disfrutamos de su galería en la altura de los cielos, la superficie de la tierra y la profundidad del mar. Pero la mayor parte de la belleza de este planeta permanece imperceptible para nosotros; Dios es el único que la ve.

Pero, no olvidemos que el Señor también utiliza otra galería para exhibir su gloria: los seres humanos.  Nosotros también estamos hechos de algo común y corriente, de polvo (Génesis 2:7), pero Él nos agregó un ingrediente extraordinario: su aliento (v. 7).

Como las olas del mar y las flores del campo (Isaías 40:6), nuestra vida es breve y pocos la ven. Aun así, cada vida es un “momento” hermoso creado por Dios para decirle al mundo: “¡He aquí su Dios!”, cuyas palabras y obras permanecen para siempre (v. 8-9).

  1. Agradece a Dios por las maravillas que te ha regalado a través de su creación.
  2. Agradece a Dios por las maravillosas personas que Dios ha permitido estén a tu lado a lo largo del camino de la vida.

HG/MD

“Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmos 139:14).