Lectura: Colosenses 1:24-29
A muchos les gusta ver sus deportes favoritos, ya sea asistiendo a un estadio o viéndolo por televisión o internet. Animan a los equipos favoritos, dan instrucciones como si los jugadores fueran a hacer caso, se quejan del arbitraje y del por qué el equipo contrario le ganó al suyo.
El cristianismo se ha vuelto para muchos en algo así, un espectáculo al que asisten o se conectan una o dos veces por semana, y en el que esperan que un equipo de “profesionales” satisfaga todas sus necesidades. En resumen, muchas personas observando y “criticando” en muchas ocasiones, y pocas trabajando.
Como probablemente sabrás, ese no es el plan de Dios para ti, Él no quiere que seas tan solo un mero espectador, sino que saltes a la cancha y te unas al equipo.
Ahora bien, si estás tentado a preguntarte: “¿Y yo qué puedo hacer?”, hay muchísimas formas de ayudar, puedes iniciar con algo sencillo, ora por las personas que forman parte de tu iglesia, ofrece tus servicios a los líderes locales sin importar las actividades que te asignen, puede ser que no necesiten a un vendedor de electrodomésticos, pero si a alguien que esté dispuesto a dar la bienvenida a las nuevas personas que asisten o se conectan.
Tienes dones y habilidades que Dios te ha dado y que pueden ayudar en el avance de Su obra en la tierra, ayuda, sirve de aliento a otros, muestra tu misericordia y generosidad con los que menos tienen, enseña; puedes ser de utilidad, solamente necesitas disponerte a trabajar en el lugar donde tu iglesia te necesite, tal como lo hizo el apóstol Pablo (Colosenses 1:28-29).
- Créeme, te sentirás más útil y gozoso si pasas de las graderías al campo del servicio a otros y a Dios.
- ¡Pon tus talentos al servicio de Dios!
HG/MD
“Por esto mismo yo trabajo, esforzándome según su potencia que obra poderosamente en mí” (Colosenses 1:29).