Lectura: Romanos 16:1-16

Para la mayoría, la palabra “ayudante” tiene un significado que implica no ser tan calificado o capacitado como el titular o el maestro; por ejemplo: los ayudantes de electricistas, de plomeros o de cocina en un restaurante, no tienen las responsabilidades del experto en su campo, por lo tanto muchas veces son vistos como personal de menor valía. 

Sin embargo, no debemos equivocarnos al catalogar a un aprendiz o ayudante como alguien que no es tan útil, ya que cada persona es necesaria para llevar a cabo la tarea.

Consideremos el ejemplo del apóstol Pablo quien tuvo muchos ayudantes en su ministerio.  Tanto es así que enumera a algunos en su carta a los romanos (cap. 16), donde se refiere de manera especial a Febe, indica que “ella ha ayudado a muchos, ¡incluso a mí mismo!” (v. 2). Priscila y Aquila arriesgaron su vida por Pablo (vv. 3-4); y en cuanto a María, el apóstol señaló: “quien ha trabajado arduamente entre ustedes” (v. 6).

Según su primera carta a los Corintios 12:28, ayudar es un don espiritual. El apóstol Pablo lo incluyó entre los dones que el Espíritu Santo da a los creyentes en el cuerpo de Cristo, la iglesia. Este don es tan necesario como todos los demás que se enumeran.

Incluso el Espíritu Santo brinda ayuda. Jesús declaró: “El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que yo les he dicho” (Juan 14:26).

  1. Cualquiera que sea el don que el Espíritu Santo te haya dado, con su ayuda lo utilizarás para honrarlo.
  2. Recuerda, cada persona es necesaria para llevar a cabo la tarea, así que hazla de manera excelente ya que la haces para el Señor.

HG/MD

“Y todo lo que hagan, sea de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).