Lectura: Lamentaciones 3:31-39

En la parábola del hijo pródigo, leemos que uno de sus hijos le pidió a su padre que le entregara la herencia por adelantado y se fue de la casa (Lucas 15:11-32).  Ponte por un momento en el lugar de ese padre, ¿cómo te hubieras sentido?, ¿hubieras dejado que tu hijo hiciera lo que mejor le pareciera?

Este padre supo de inmediato que cualquier cosa que hiciera o dijera, no iba a cambiar el corazón rebelde de su hijo.  Debió haber sido muy duro y triste para él, comprender que su hijo malgastaría su herencia y de seguro oraba para que los duros golpes de la vida lo llevaran al arrepentimiento.

Al igual que este padre, en muchas ocasiones Dios permite que sucedan acontecimientos que no nos gustan, y un ejemplo de esto lo vemos en el cuidado por su pueblo Israel.  Él le había advertido a su pueblo sobre las consecuencias del pecado, y los dejó escoger; ellos optaron por rebelarse, lo cual ocasionó graves consecuencias.  En el libro de Lamentaciones, el profeta Jeremías registró con palabras todo el dolor que sentía a causa del pecado de su pueblo.

No obstante, finalmente Dios sacó lo bueno de lo malo.  Este convencimiento llevó a Jeremías a asegurarle a Jerusalén que, aunque Dios no estaba contento con ellos, estaba aún más molesto con sus captores babilónicos (Lamentaciones 3:31-36); por tanto, les haría justicia y les extendería su misericordia.

  1. ¿Estás sufriendo por qué las decisiones que has tomado no están de acuerdo con la voluntad de Dios?  Aun no es tarde, regresa a su lado, Él puede usar las consecuencias de tus errores, para hacerte entender lo equivocado que estás y lo bueno que te espera si te arrepientes.
  2. El camino de regreso a Dios comienza casi siempre con un corazón traspasado por el dolor y el arrepentimiento.

HG/MD

“No he venido a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).