Lectura: Hebreos 5:13-6:3

En la época de mi niñez, eran muy populares los lugares donde se iba a jugar video juegos o probar puntería con pistolas o rifles de juguete.

Un día, junto con unos amigos, decidimos ir a uno de estos lugares de video juegos para divertirnos en la tarde del sábado, compramos tiquetes para probar diferentes máquinas y empezamos a realizar competencias entre nosotros con las que estaban disponibles.

Luego de un tiempo jugando llegó el turno de las máquinas de puntería, así que probamos con unas de tiro al blanco. Mientras tirábamos, nos dimos cuenta de que, en una de las armas la mira estaba colocada demasiado baja. Si apuntábamos con esa mira, quien estaba usándola terminaba disparando en la parte inferior del blanco; así que, para tirar cerca del centro, debíamos apuntar más arriba.

¿Se parece esta situación a la vida? Si ponemos la mira muy abajo, no logramos todo lo que podríamos. A veces, debemos apuntar alto para alcanzar una meta deseada.

Es por ello que debemos preguntarnos: ¿Cuál debe ser nuestro objetivo en la vida? ¿A qué altura tienen que apuntar nuestras metas?  También es necesario examinarnos para ver si las Escrituras son nuestra guía verdadera, ya que a lo único que debemos apuntar es a la madurez espiritual. Es por ello que cuando Pablo se despide de las personas de Corinto les dice: “…hermanos, regocíjense. Sean maduros; sean confortados; sean de un mismo sentir. Vivan en paz” (2 Corintios 13:11). Nuestro Señor Jesús también expresa con sus labios el elevado objetivo de estas palabras: “Sean, pues, ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).

  1. La perfección siempre será un blanco excelente, y aunque en esta vida no logremos alcanzarlo, es un excelente desafío si realmente queremos agradar a Dios.
  2. Somos hijos e hijas de Dios, por lo tanto, debemos apuntar alto.

HG/MD

“En cuanto a lo demás, hermanos, regocíjense. Sean maduros; sean confortados; sean de un mismo sentir. Vivan en paz, y el Dios de paz y de amor estará con ustedes” (2 Corintios 13:11).