Lectura: Santiago 1:19-27

La sociedad actual sin duda excluye a las personas lentas y las tiene como un lastre para su progreso, en cambio, las que se mueven rápido son destacadas y admiradas.

No obstante, las personas que son apresuradas también tienden a cometer muchos errores, como el hablar más de la cuenta, o hablar sin cuidado, son prontas para hablar y tardías para escuchar.  Santiago aconseja a sus lectores lo contrario, “Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira”  (Sant.1:19)

¿Por qué nos resulta tan difícil seguir este sencillo consejo: escuchar más y hablar menos?  Quizás una de las más profundas razones por las que hacemos esto, es que creemos que ayudamos más a quienes nos rodean, cuando damos “respuestas”, “opiniones” y “guía”, expresando nuestra sabiduría.  También puede ser que sintamos que si nos limitamos, no estamos ayudando.

Un poeta describió a un amigo, cuya principal característica era ser un poco lento, hasta el punto de comportarse con torpeza; sin embargo era excelente en el arte de escuchar: “Sus pensamientos eran lentos, sus palabras pocas y nunca procuraba brillar; pero era un gozo para todos sus amigos… ¡tenías que haberlo visto escuchar!”

Por supuesto, escuchar es una forma de comunicación, que permite a quienes la ejercitan, ser de consuelo para los corazones que así lo necesiten. Debemos entender que no siempre podemos ofrecer a las personas soluciones para sus problemas, pero el sólo hecho de tomar parte de nuestro tiempo para escucharlas, puede darles esperanza y hacer que se sientan amadas.

  1. Dedicar tiempo para escuchar a alguien, es una forma de expresar tu amor.

 

  1. Recuerda, habla menos y escucha más.

HG/MD

“Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira”  (Santiago 1:19).