Lectura: Santiago 2:14-20
Los miembros de la Primera Iglesia Presbiteriana en Snohomish, Washington, tenían un gran suministro de sobras de la celebración de su 125to. aniversario. Decidieron darle la comida a las mujeres y los niños en un refugio cercano para personas sin techo. Mientras una lluvia glacial caía afuera, los voluntarios descargaban los contenedores, uno de los cuales incluía una gran torta. Alguien observó, “Espero que hoy sea el cumpleaños de alguien”. Una mujer sin hogar respondió, “Cada día ahí adentro es un día festivo”.
Jesús conocía la experiencia de la falta de vivienda. Él dijo, “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza” (Mateo 8:20). Y sin embargo, nadie tuvo más compasión por los pobres.
Santiago enfatizó la necesidad para los creyentes de ayudarse unos a otros materialmente. Él escribió, “Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?” (2:15-16).
Debemos ayudar a los destituidos espiritualmente para que encuentren un hogar celestial compartiendo el evangelio con ellos, pero nunca debemos descuidar a aquellos que son pobres de los bienes de este mundo. Un corazón por Dios también será un corazón por los que no tienen hogar.
1. ¿Cuándo fue la última vez que desinteresadamente colaboraste con una obra social de tu comunidad o de tu iglesia local?
2. No debemos olvidar, cuando compartimos lo que tenemos, principalmente las buenas noticias espirituales, eso nos hace reflejar el amor de Dios. ¿Lo estás haciendo?