Lectura: Oseas 11:1-11

Les compartimos la experiencia de una creyente a quien le rompieron el corazón, la llamaremos Sofía.  Su historia nos ilustra cuan vulnerables son los corazones de las personas que aman.  Sofía amaba profundamente a su esposo, con quien había concebido 2 hermosas niñas; no obstante, él la dejó por otra mujer.  Fueron su fe en Dios y el amor por sus hijas, los factores clave que la sostuvieron en medio de esta situación tan triste.

Su historia no acaba allí, con el pasar del tiempo una de sus hijas empezó a consumir drogas y como consecuencia se entregó a una vida de abandono. La otra se casó, pero al cabo de unos años se separó de su marido y sus dos hijos.  Al día de hoy, ninguna de ellas quiere saber de su madre.

El profeta Oseas pasó por situaciones similares, sufrió mucho a causa de las conductas adulteras de su esposa Gomer. Lo que este profeta sintió, refleja exactamente lo que Dios sintió cuando su pueblo se desvió del camino para ir tras otros dioses y todas las maldades asociadas a la adoración de estas falsas deidades.  Dios había sido un esposo dedicado y el mejor de los padres, pero ellos con sus decisiones y acciones habían demostrado que poco les importaba todo ese amor.  El carácter santo de Dios hizo que los castigara, pero esto no quitaba que sintiera una profunda angustia por su pueblo.

Muchos años después, Dios mismo vino a la tierra en la persona de Jesús, quien soportó la agonía del desprecio y de la cruz, para llevar consigo los pecados de toda la humanidad.  A pesar de ello muchas personas de todos los tiempos, lo rechazan y hasta lo odian.

  1. Amar nos hace vulnerables y no hay garantías de que ese amor sea correspondido. Pero Dios es diferente: te comprende, te ama y siempre podrás confiar en Él; te sigue amando sin importar lo lejos que creas estar de Él
  2. Nada es tan difícil como amar, excepto no amar.

HG/MD

“Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros.” (1 Juan 4:11)