Lectura: Salmos 139:1-24

¿Alguna vez has pensado en huir de Dios? ¿En una situación particular, te has sentido tan mal como si hubieras sido olvidado, y no sabes cómo salir de esa realidad tormentosa?

David, el autor del Salmo 139, hizo una pregunta muy interesante: «¿A dónde huiré de tu presencia?» (V.7). Él respondió a su propia pregunta con dos respuestas paralelas. La primera: «Si subo al cielo, allí estás tú» (v.8). No hace falta ser un teólogo para darse cuenta de eso. Después de todo, ¿dónde más estaría Dios?

Pero en segundo lugar la respuesta de David fue sorprendente: «si desciendo a la tumba (Seol), allí estás tú.» (v.8). La palabra traducida como “tumba” en este versículo, es la palabra hebrea Seol o morada de los muertos, el cual no es nada más que un lugar provisional que dejará de existir en el momento del Juicio Final.

David reflexionó sobre la impresionante presencia de Dios, se dio cuenta que no hay límites que Él no pueda pasar. Un maestro de la Biblia señaló que el salmista estaba tan sorprendido por su propio pensamiento, que había tenido que parar para meditar a la mitad de la frase: » si desciendo a la tumba (Seol), allí estás tú.»

No hay ningún lugar al que podamos ir en el que estemos ocultos de los ojos de Dios. Nada de lo que experimentamos está más allá de su presencia amorosa. ¡Qué consuelo es saber que tenemos un Dios tan cercano!

  1. No hay momento del día o de la noche, no hay lugar en la tierra o en el mar, en el que el ojo de Dios no nos vea.  ¿Estás consciente de la presencia de Dios?

 

  1. La pregunta no es «¿Dónde está Dios?» sino «¿Dónde no está Él?»

HG/MD

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia?”  (Salmos 139:7).