Lectura: Lucas 12:16-21

Una antigua fabula nos cuenta la historia de tres hombres que cruzaban a caballo el desierto durante la fría noche.  Cuando se acercaban a un riachuelo seco, escucharon a través de la oscuridad la voz de un hombre que les decía: “Desmonten sus caballos, recojan unas piedras, pónganlas en sus bolsillos y no las miren hasta mañana”, luego la voz prosiguió con las siguientes palabras: “Si hacen eso les prometo que mañana estarán alegres y tristes a la vez”.  Los hombres hicieron lo que les indicaba la voz y luego montaron sus caballos y prosiguieron el camino.

Cuando despuntaban los primeros rayos del abrazador sol en el desierto, los hombres metieron sus manos en los bolsillos para ver las piedras que habían recogido.  Con gran sorpresa, se dieron cuenta que aquellas piedras en realidad eran diamantes, rubíes y otras piedras preciosas.  Fue entonces que recordaron las palabras de aquella voz en la noche, “iban a estar alegres y tristes a la vez”.  Alegres por las piedras preciosas que habían recolectado, y tristes, muy tristes, por no haber recolectado una cantidad mayor.

Debemos preguntarnos si algo similar sucederá cuando lleguemos a nuestro hogar celestial.  Estaremos contentos con el tesoro que acumulamos en el cielo mientras estábamos en la tierra, gozosos por el trabajo bien hecho y la felicitación de nuestro Señor; sin embargo, también lamentaremos no haber hecho aún más por servirle.

  1. Más que hacer cosas sin sentido, la vida en el Señor es para que aproveches al máximo el tiempo a su servicio.
  2. Las coronas que podamos recibir del Señor, serán para ponerlas a sus pies, tal como lo harán los 24 ancianos en Apocalipsis 4:10; pues todo lo que hagamos es por Él y para Él.

HG/MD

“Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:20-21).