Lectura: Salmo 55:4-22

En nuestra lectura devocional leemos estas palabras: “¡Quién me diese alas como de paloma!” (Salmos 55:6).  Quizás algunos dirían: “desearía poder ir a refugiarme a una cabaña de montaña”, otros exclamarían, “quisiera estar sentado en una silla confortable oyendo las olas del calmante mar” o “deseo estar al lado de mi familia y seres queridos”. 

Todos estos tipos de pensamientos y deseos se nos vienen a nuestras mentes cuando estamos agobiados y anhelamos salir volando para hallar el deseado descanso.

Al escribir, David lo hacía de una manera muy trasparente con respecto a las situaciones por las que estaba atravesando. Por ejemplo, nos habló de circunstancias cuando los malos momentos llegaron, y en los que sentía gran opresión y lucha generados por situaciones de deslealtad de un viejo amigo (55:8-14). El miedo y el terror, la angustia y el temblor, la ansiedad y la desazón lo abrumaban (vv. 4-5). Al leer sobre estas vivencias no nos debería parecer extraño que deseara salir volando.

No obstante, como muchas veces sucede, era imposible escapar. No podía esquivar su destino. Solamente podía entregarle a Dios sus circunstancias al decir: “yo clamaré a Dios, y el SEÑOR me salvará. Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré; y él oirá mi voz”. (vv. 16-17).

Sin importar las circunstancias y situaciones que estemos viviendo, como: un trabajo estresante, un estudio complicado, un ministerio angustioso, un matrimonio difícil, amigos que te decepcionan, una desilusión amorosa, falta de trabajo o una profunda soledad, podemos entregarle al Señor todas y cada una de ellas. Si Jesús cargó el peso de todos nuestros pecados, ¿acaso no podrá quitar el sufrimiento causado por nuestras angustias?

  1. Si le has confiado tu alma eterna, ¿qué te impide entregarle tu circunstancia actual?
  2. Puedes estar seguro que Dios nunca te dejará.

HG/MD

“Echa tu carga sobre el Señor, y él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo.” (Salmos 55:22).