Lectura: 1 Corintios 6:12-20

Hace un tiempo decidimos ir a una cabaña de montaña de unos amigos. Durante el viaje de camino pudimos ver las maravillas de la naturaleza, y en el lugar donde se encontraba la cabaña había un lago en frente y frondosos árboles alrededor de ella.

Durante el día pudimos caminar e intentar pescar, y al llegar la noche todo se enfrió muy rápidamente, estábamos listos para disfrutar de una bebida caliente frente al fuego de la estufa que también servía de calefacción.

Pero ahí fue donde la fantasía empezó a hacerse pesadilla, la estufa estaba dando problemas y no lograba hacerla funcionar muy bien. Encendí el papel y el fuego pronto se avivó, pero 15 minutos después se había apagado y sólo quedaban un par de brasas rojas. Así que volví a encender el fuego y probé otra vez, pero el resultado fue el mismo; pasamos la noche totalmente envueltos en cobijas y frazadas

Al llegar la siguiente noche estaba decido a hacer que funcionara, entonces repase mentalmente: tenía madera seca colocada debidamente para que el aire pudiera fluir, papel y un encendedor.  Entonces vi en la parte inferior de la estufa de hierro, una palanca que decía “Bajo-Alto”. Por alguna razón estaba en la posición “Baja”, así que le entraba muy poco aire al fuego. Me puse a manipular la palanca hasta que la coloqué en la posición “Alta”. Ahora el fuego estaba al máximo. En resumen, lo que necesitaba era aire.

La palabra en griego para “aire” es “pneuma”. La palabra también forma parte del nombre del Espíritu Santo.  El Espíritu Santo es como el “viento” o el “aliento” divino que vive dentro de los creyentes, y es quien permite mantener avivado el fuego de nuestra fe y testimonio. Por medio de Él abundan el amor, las buenas obras y el gozo (Gálatas 5:22-23).

  1. ¿Te has enfriado espiritualmente? ¿No hay gozo en tu vida, no sientes deseos de dar testimonio de tu fe, no deseas alabarle?  Lo que puede suceder es que no estás permitiendo que el Espíritu Santo forme parte de tu vida, es hora de abrir la compuerta y dejar que su aire poderoso fluya libremente a través tuyo.
  2. Deja que el Espíritu Santo vivifique tu vida.

HG/MD

“¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en ustedes, el cual tienen de Dios, y que no son de ustedes? Pues han sido comprados por precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo.” (1 Corintios 6:19-20).