Lectura: 2 Timoteo 1:8-12

La confianza es algo difícil de obtener y el compromiso por supuesto está un escalón más arriba en la escala de las relaciones humanas, por eso es necesario que exista una confianza plena, antes de que podamos adquirir un compromiso con una persona, esto puede ser ilustrado con la historia que les compartimos a continuación.

La multitud contemplaba con total asombro a un hombre que caminaba lenta y equilibradamente por la cuerda floja entre dos puntos distantes. Abajo suyo se desplegaban imponentes las cataratas del Niagara, las personas que observaban, luego de unos minutos de tensión respiraron al ver al hombre terminar su hazaña; le aplaudieron y gritaron con alegría por lo que habían presenciado.

El hombre que había realizado la hazaña, se dirigió a la audiencia que lo acompañaba diciéndoles: “¿Ustedes creen que puedo cruzar nuevamente al otro lado, pero esta vez cargando a una persona sobre mis hombros?”  La multitud todavía llena de adrenalina le gritó: ¡Por supuesto, tú puedes hacerlo!

Entonces este hombre dirigiéndose a quien más fuertemente lo motivaba a realizar aquella nueva hazaña, le dijo: “¡Entonces, vamos!  Este le respondió de inmediato: “¡No, jamás!”  Luego siguió preguntando a otros en la audiencia, hasta que encontró a alguien a quien le dijo: “Y usted, ¿confía en mí?  Sí, confío, le contestó, se subió a los hombros del equilibrista y con el agua rugiendo bajo la cuerda floja, continuaron su proeza, hasta llegar al otro lado.

Al meditar un  momento en esta historia, encontraremos una verdad o principio envuelto en forma de desafío aplicable para nuestras vidas, al cual debemos enfrentarnos.  Nuestra maldad es un abismo profundo que nos separa de Dios, el cual no podemos cruzar por nuestros propios medios. Tan sólo Jesús es capaz de llevarnos al otro lado con total seguridad.  Antes de hacerlo debemos aceptar nuestra imposibilidad humana ante tal reto, reconociendo que el pecado en nosotros es el que nos lo impide, arrepintiéndonos del orgullo que nos engaña y nos hace pensar que sí podemos lograrlo por nosotros mismos.

Necesitamos confiar nuestras vidas al único que es capaz de trasladarnos al lado de Dios donde nos encontraremos seguros. El apóstol Pablo captó esta verdad y la escribió de la siguiente forma: “…yo sé a quién he creído, y estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).

  1. ¿Sigues tratando de cruzar por tus propios medios, el gran abismo que te separa de Dios? Te lo aseguramos, es imposible, deposita tu confianza en el Señor Jesús, porque tan sólo Él puede llevarte con seguridad hasta la otra orilla.
  2. Jesús es el puente por medio del cual puedes cruzar con confianza sobre el abismo del pecado.

HG/MD

“Por esta razón padezco estas cosas, pero no me avergüenzo porque yo sé a quién he creído, y estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2 Tim. 1:12).