Lectura: Salmos 20:1-1:9

La autora Susan Lenzkes estaba profundamente preocupada por las fotos en las noticias que provenían de la ciudad de Oklahoma. El bombardeo de abril 1995 le había pasado factura a los residentes de la ciudad y al espíritu de la nación.  Susan estaba sentada en su casa de California deseando poder hacer algo, y ella oró: “Señor, muéstrame cómo puedo ayudar.”

Dos horas más tarde sonó el teléfono.  Era una mujer en Enid, Oklahoma, que había contactado previamente a Susan para decirle cómo uno de sus libros le había ayudado. Ahora ella estaba preguntando si era posible que copias del libro se podrían enviar a las personas afectadas por la tragedia.

Pronto Susan estaba hablando con su editor, quien de inmediato proporcionó una cantidad de libros gratis. Cuando la noticia se extendió y se conoció la envergadura del proyecto, otros ministerios se involucraron. En sólo un par de días, miles de libros y Biblias estaban en camino a Oklahoma City.

Susan oró. Dios respondió. Satisfaciendo las necesidades espirituales de las personas.

Así es como funciona la oración. Hacemos un llamado a nuestro Padre celestial por medio de la fe, sabiendo que Él puede hacer lo que nunca podremos hacer. La respuesta puede que no sea tan dramática, pero podría ser tan simple como que la nos dé la fuerza para llegar al siguiente día.  En cualquier caso, podemos orar como lo hizo David, “¡Concede, Señor, la victoria al rey! ¡Respóndenos cuando te llamemos!” (Salmo 20:9).

1. Damos gracias a Dios por las oraciones contestadas, porque sabemos que Dios está ahí escuchándonos y te damos la gloria también, cuando la respuesta es no o espera, pues el Señor sabe lo que en realidad nos conviene.

2. La ayuda de Dios, está a tan sólo una oración de distancia.

NPD/DB