Lectura: 1 Pedro 4:12-19

De seguro todos sabemos que los problemas forman parte de la vida.  Todos hemos experimentado de una u otra forma en carne propia algún problema, ya sea a raíz de una enfermedad, problemas financieros, amores frustrados, aflicciones, pérdidas de empleo, burlas,  entre otras.

Debido a ello, no debería sorprendernos que Dios permita las pruebas en nuestra vida, y porque no, hasta que nos ridiculicen o aborrezcan debido a nuestra fe en Jesús. 1 Pedro 4:12 nos lo dice bien claro: “Amados, no se sorprendan por el fuego que arde entre ustedes para ponerlos a prueba como si les aconteciera cosa extraña”.  Algo bueno que no debemos olvidar es que los problemas, ya sean inherentes a nuestra humanidad o a causa de la fe en Cristo, pueden revelarnos parte de nuestra personalidad que aún no conocemos, despertando con ello las mejores fibras morales del alma.

En estos días están de moda los triatlones, donde los deportistas tienen que enfrentar tres grandes desafíos, iniciando con el nado, siguiendo con una ruta en bicicleta y terminando con una carrera normalmente de bastantes kilómetros.  Los triatlonistas disfrutan mucho de este deporte, pues dicen que cada competencia, aunque incluye los tres mismos desafíos (nado, ciclismo y carrera de fondo), son diferentes pues cambian los lugares, los climas, los competidores, algunos son más exigentes y otros en cambio provocan relajarse con los espectaculares paisajes, etc.  Al final ellos disfrutan del esfuerzo realizado a pesar del cansancio.

El médico y escritor Oliver Wendell Holmes (1809-1894) escribió: “Si tuviera una fórmula para evitar los problemas, no se la daría a nadie.  No le estaría haciendo ningún favor.  Los problemas crean la capacidad de manejarlos… Míralos como amigos porque tendrás muchos, y más vale que tengas una buena relación con ellos.”

No debemos ver como algo extraño los problemas, ya que Dios los puede usar para hacer que aprendamos importantes lecciones para hacernos crecer como sus hijos e hijas.

  1. Los grandes triunfos a menudo provienen de los grandes problemas.

 

  1. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza. Y la esperanza no acarrea vergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Romanos 5:3-5)

HG/MD

“Amados, no se sorprendan por el fuego que arde entre ustedes para ponerlos a prueba como si les aconteciera cosa extraña”  (1 Pedro 4:12)