Lectura: Efesios 2:11-22

Uno de los grandes errores de la humanidad ha sido el racismo, de hecho la mayoría de nosotros detesta que tan siquiera se nos asocie con esa palabra. A pesar de todos los esfuerzos hechos por diversas organizaciones, el prejuicio racial sigue estando presente en nuestras sociedades, y parte de lo triste es que el cristianismo ha tenido participación en esta larga historia de menoscabos étnicos.

Por ejemplo, desde el primer siglo, los creyentes judíos se rehusaban a aceptar a sus hermanos que no pertenecían al pueblo judío.  A través de los años, esta vergonzosa actitud se ha repetido con diferentes etnias en distintos tiempos de la historia.  Los prejuicios en general, pueden arraigarse en las vidas de las personas, y a menudo es necesario que ocurra una tragedia para que alguien vea lo equivocado que está al discriminar con base en diferencias físicas o mentales.

Una historia cuenta sobre un camionero a quien no le agradaban las personas asiáticas.  Una mañana temprano, iba por la solitaria carretera cuando sufrió un accidente, su camión dio vueltas y prendió en llamas.  Una semana después, este hombre despertó en la cama de un hospital mirando el rostro de un hombre asiático, quien había salvado su vida y como consecuencia de ello había sufrido fuertes quemaduras, pues tomó su abrigo para protegerse y entró a la cabina del camión para sacarlo de allí y salvarlo de una muerte segura.  Al saber esto, el caminero lloró mucho al tiempo que le daba las gracias a aquel extraño que expuso su vida sin conocerle; desde aquel día estos dos hombres desarrollaron una buena amistad.

No deberíamos esperar una tragedia para cambiar nuestras maneras equivocadas de actuar y pensar.  No seamos duros de corazón, consideremos nuevamente a nuestro Salvador, quien dio su vida por personas de toda etnia, nación y lengua, Jesús llevó el pecado de toda la humanidad, tal como nos dice el apóstol en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna”

  1. Si en nuestras vidas hemos dado espacio al racismo, debemos pedir perdón al Señor y eliminar este comportamiento absurdo de nuestras vidas.
  2. Gracias Señor porque no viste nuestro tamaño, color de ojos, pecados, nación, etc. para ofrecernos tu perdón por medio de la cruz. ¡Gracias por amarnos a pesar de nosotros mismos!

HG/MD

“Hermanos míos, tengan la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo sin hacer distinción de personas”  Santiago 2:1