Lectura: Filipenses 1:12-22

Para ninguno es un secreto que vivimos tiempos de mucho estrés en la mayoría de las actividades que hacemos, y esto poco a poco ha estado afectando nuestra salud. 

Este es el caso de una de las personas que asiste a nuestra iglesia y por ello había tenido que acudir al médico.  En una de las ocasiones en las cuales hablamos, me contó que a pesar de sus malestares había aprovechado para compartir su fe con la doctora que lo estaba tratando.

En nuestra lectura devocional del libro de Filipenses, leemos que el apóstol Pablo usó su situación complicada, de hecho, estaba encarcelado y esto le impedía compartir el evangelio como solía hacerlo.  

Los creyentes de Filipos estaban muy tristes porque habían arrestado a Pablo por hablar de Jesús, pero él les dijo que sus cadenas habían “redundado más bien para el adelanto del evangelio” (1:12). Toda la guardia del palacio y los demás sabían por qué estaba preso: por predicar de Cristo.

Todos los que entraban en contacto con Pablo oían hablar de Jesús, fueran soldados que lo vigilaban 24 horas por día y 7 días por semana, u otras visitas. Como resultado de usar su mala noticia para compartir la buena nueva, es probable que algunos de esos soldados se hayan convertido en creyentes de Cristo (4:22). Que Pablo estuviera confinado, no significaba que sucediera lo mismo con el evangelio.

  1. Al igual que el apóstol Pablo, como seguidores de Cristo, podemos permitir que nuestro dolor sea una plataforma para compartir el evangelio.
  2. En medio de nuestra mala noticia, busquemos una posibilidad de hablar de la buena nueva.

HG/MD

“Quiero que sepan, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el adelanto del evangelio” (Filipenses 1:12).