Lectura: Isaías 42:1-7
Gabriela y su hijo Esteban tienen un enorme cachorro de perro Labrador que pesa casi 25 kilos, con cuerpo fornido y unos dientes que dan miedo. Por muchos meses “Roger” no estaba seguro de confiar en mí; mientras yo estaba de pie, se mantenía lejos y no me miraba. Con el tiempo, descubrí que, si me agachaba, la expresión de su cara abultada cambiaba. Al percibir que ya no era una amenaza, juguetonamente se acercaba corriendo, y como un toro me saltaba encima con sus grandes patas para que le rascara su musculoso cuello.
La clave para que “Roger” confiará en mí, es un ejemplo de lo que Dios nos dio al descender a nuestro nivel y vivir entre nosotros, al encarnarse en la figura de un bebé con el nombre Jesús, y es que desde el día que nuestros primeros padres Adán y Eva pecaron, escondiéndose de la presencia de Dios, nuestra tendencia ha sido temer a acercarnos a un Dios perfecto y justo en su ser (Juan 3:20).
Es por esto que como lo indicó el profeta Isaías, mostró el grado de humillación que estuvo dispuesto a soportar por llevarnos a Él; adoptando forma de siervo, nuestro Creador vivió y murió por nosotros para salvarnos.
- Hoy al igual que hace 2000 años, Jesús, quién habitó entre nosotros, quiere sacarnos de la oscuridad y desesperanza para llamarnos sus amigos (Juan 15:15).
- No le tengamos miedo a Dios, Él nos amó tanto que dio Su vida por nosotros (Juan 3:16).
HG/MD
“Yo, el Señor, te he llamado en justicia y te asiré de la mano. Te guardaré y te pondré como pacto para el pueblo, y como luz para las naciones” (Isaías 42:6).