Lectura: Juan 7:25-44

Hace algún tiempo leí la historia de una vieja hacienda alejada de la civilización, en la cual era muy difícil la subsistencia, por ejemplo, contaban con un viejo y destartalado molino que estaba junto al granero y que bombeaba agua para abastecer el lugar. Era la única fuente de agua en varios kilómetros a la redonda.

Así que, si soplaba un viento fuerte, el molino funcionaba bien, pero con una leve brisa no giraba. Había que mover la veleta hasta que el ventilador mirara directamente contra el viento. El molino sólo suministraba agua a la estancia cuando estaba puesto en la dirección correcta.

Al pensar en esta historia, recuerdo a muchos creyentes que he conocido y quienes también se sienten lejos de los demás pensando que nadie los comprende.  Muchos se sienten aislados y sin respaldo; algunos son personas dedicadas a servir a los demás, pero de las que, aparentemente, nadie se acuerda.

Por consiguiente, tienden a agotarse, ya que se centran en sus problemas en lugar de buscar soluciones, estas personas necesitan reubicarse cada día a favor de viento para acudir deliberadamente al Señor y a su Palabra, y beber de Él profundamente, ya que es la fuente de agua viva.

  1. El servicio a Dios fluye de adentro hacia fuera. Jesús dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38).
  2. Sólo cuando dejas que Dios hable a lo profundo de tu ser, puedes producir un impacto en la vida de los demás.  Para renovar a otros, constantemente debemos ir y tomar de la fuente de la vida: Jesús.

HG/MD

“El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38).