Lectura: Mateo 27:27-50

Todos los años en los noticieros, nos hacen saber de personas que literalmente se clavan las manos y pies a una cruz por un brevísimo periodo, con el fin de “imitar” la crucifixión de nuestro Señor.  Estas personas posiblemente con buenas intenciones, recurren a una infructuosa auto-tortura, la cual ejemplifica tan sólo una pequeña fracción del dolor físico que sufrió nuestro Señor, y por supuesto no guarda ninguna relación con su agonía espiritual.

Luego de una noche llena de humillantes abusos y azotes, lo cual podría haber sido suficiente para matar a algunas personas,  Jesús soportó por 6 angustiantes horas adicionales el tormento de la cruz.  Pero peor aún que eso, fue la agonía de su alma en horas de tinieblas y abandono de Dios Padre, debido al pecado que contenía su cuerpo como sacrificio perfecto por nuestros pecados.

El profeta Isaías inspirado por el Espíritu Santo, declaró que el Siervo Sufriente era totalmente inocente y no tenía falta que se le imputara: “…el Señor quiso quebrantarlo, y lo hirió.  Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa…”(Isa.53:10) En esa misma línea el apóstol Pablo dijo lo siguiente: “Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor.5:21).  Y no fue hasta que Jesús supo que había soportado TODO el juicio de Dios por nuestros pecados, que dijo: “Consumado es” (Mat.27:50; Juan 19:30).

Solo podemos entender de una manera muy superficial el misterio de lo sufrido por nuestro Señor y Salvador.  Pero confiamos y nos gozamos porque con seguridad plena Él pagó la pena completa por nuestros pecados.

  1. El dolor más intenso de Cristo, permitió que tuviéramos el gozo supremo en nuestras vidas: la salvación.

 

  1. El Señor sufrió la agonía de la cruz, para que nosotros pudiéramos disfrutar de la gloria en el cielo.

HG/MD

“Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.” 2 Cor.5:21