Lectura: Juan 8:21-36
¿Cuántas veces hemos oído las siguientes frases?: «No, yo no tengo ningún problema, yo puedo vencer esta situación”, “¡Tan sólo fue una vez, no volverá a ocurrir! ¡No sé qué paso, pensaba que lo tenía controlado. ¡No es tan malo como parece!
En Juan 8, Jesús les dijo a sus oyentes que Su verdad les podía hacer libres (v.32). Pero de inmediato protestaron diciendo: “nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con “los hará libres”?” Así que Jesús les apretó las tuercas un poco más al decirles: » Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado» (v.34). En otras palabras, el pecado es adictivo. Y puesto que todos somos pecadores, es una adicción que nos afecta a todos nosotros.
El principal problema del pecado de cada persona es que es un hábito en sí mismo que puede ser expulsado sólo a través de la ayuda de Cristo. Muchos drogadictos recuperados han encontrado que su mal hábito es un problema más profundo que su adicción a las drogas. Ese es el caso de la historia de Ken. Después de años de problemas con drogas y el alcohol, finalmente dio su vida a Cristo. Desde entonces, Ken testificaba: “las cosas no siempre han sido fáciles, pero Cristo ha ido transformando mi manera egoísta de vivir mí vida. ¡Me quedé muy sorprendido al comprobar que estaba completamente adicto a mí mismo!»
Todos luchamos contra esa misma adicción. En lugar de tratarla con ligereza diciendo: “Esto yo puedo controlarlo, o gracias a Dios yo no soy así” deberíamos decir: “No hay excepción. Todos necesitamos de la misma gracia de Dios.
- Debes estar consciente de tu debilidad para entender que el Único que puede ayudarnos es Jesús, ¿por qué no le pides Su ayuda y guía?
- La gracia de Dios salva a los mejores y a los peores pecadores.
NPD/JY