Lectura: Éxodo 30:17-21

El plutonio, es un elemento radiactivo natural y es una de las sustancias más letales conocidas por el hombre. Su radiación puede hacer que las células normales se vuelvan cancerosas. Por esa razón, fue noticia de primera plana hace varios años cuando dos científicos de la Universidad de California anunciaron que habían encontrado una sustancia que podría extraer el plutonio de los tejidos vivos.

Hoy en día, el hombre se preocupa con razón sobre la importancia de la descontaminación. Pero hace mucho tiempo, Dios le mostró a la humanidad una necesidad aún más crítica, y es la necesidad que todos tenemos de una limpieza espiritual.  Esto se aprecia en lo que muchos han denominado como: “la casa de los simbolismos”, o mejor conocido como el tabernáculo.  Entre el altar de bronce del sacrificio y el “tabernáculo de reunión”, estaba un lavamanos de bronce donde el sacerdote de Dios se limpiaba las manos y los pies antes de entrar en el lugar santo (Ex 30:17-21). El bronce simboliza el juicio.  En realidad los gérmenes no eran el problema, el pecado era el verdadero problema. Dios estaba enseñándole a Su pueblo que debido al hecho de que Él había provisto un sacrificio para el altar, era necesario por parte de ellos, una continua auto evaluación y limpieza de la contaminación personal.

Este principio sigue siendo válido hoy. Sólo una persona limpia debería realizar los quehaceres del “lugar santo”, la adoración, el compañerismo y el servicio mutuo cristiano.  Puesto que los creyentes somos sacrificios vivos (Romanos 12:1) y que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, deberíamos tener presente las palabras del apóstol Pablo: “¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo.” (1 Cor.6:19-20).

Hay que tener cuidado para lavar nuestras manos y nuestros corazones todos los días.

El camino hacia la adoración, comienza en la cruz.

NPD/MDH