Lectura: 1 Corintios 9:24-27

Cuando estaba en la universidad, corría en el equipo de campo traviesa. En el evento final de la temporada, las pequeñas universidades del estado compitieron unas contra otras, había unos 75 corredores en el evento. Corrimos la pista de 5K bajo la lluvia y en el barro de un frío día de noviembre.

Al acercarme a la meta, espié a un corredor de otra de las universidades a una corta distancia delante de mí. Él se convirtió en mi objetivo. Corrí lo más que pude y lo pasé justo al cruzar la meta. Ese último brío significó que terminé en el 42do. Puesto, ¡lo cual parecía ser muchísimo mejor que terminar en el 43ro.! Significó que nuestro equipo terminó en una posición más arriba en las categorías finales que el equipo representado por el corredor a quien vencí. ¿El objeto de todo esto? Es que no me rendí – corrí todo el camino hasta llegar a la meta.

Probablemente esto es lo que Pablo tenía en mente cuando le escribió a Arquipo, uno de sus jóvenes protegidos en el ministerio: “Cuida el ministerio que has recibido del Señor, para que lo cumplas” (Colosenses 4:17).  Cuando nos sentimos desalentados y queremos renunciar, es bueno recordar que el Señor que nos encomendó el privilegio del servicio espiritual nos dará la gracia y la fortaleza para llevar a cabo el servicio. “Corramos con paciencia” (Hebreos 12:1) para que recibamos la “corona incorruptible” (1 Corintios 9:25).

1. ¿Has tenido la tentación de renunciar?  Pues bienvenido al Club, todos en un momento u otro nos hemos visto tentados a abandonar nuestro llamado de servicio.  Las vidas y muertes de los mártires son un recordatorio diario del compromiso necesario para vivir una vida verdaderamente entregada al Señor.

2. ¿Estás preparado para dar tu mejor esfuerzo? ¿Qué estás esperando?

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.  Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.  Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” 2 Timoteo 2:2-4.

NPD/WEC