Lectura: Jeremías 5:20-31

Los altos mandos militares siempre vigilan cuidadosamente los eventos en su región y de todo el mundo.  Evalúan los movimientos de las tropas, la colocación de misiles, y las posibles respuestas ante actos de agresión.  Al recibir toda esa información, siempre tratan de responder a la pregunta:  “¿A dónde nos va conducir esta situación?”

Sobre el año 600 a.C., el profeta Jeremías le pidió a sus compatriotas que consideran y meditaran sobre el rumbo por el cual sus acciones les estaban llevando.  La mayor amenaza para su bienestar, sin embargo, no era un ejército enemigo, sino su propia decadencia espiritual y moral. Las personas que profesaban creer en Dios eran sexualmente inmorales, ateos, y crueles (5:7-28).

Aún más preocupante era la preferencia de la gente por los líderes religiosos que decían cosas “políticamente correctas” en lugar de la verdad  (5:30-31).  El profeta, sabiendo que su forma de vida en última instancia les traería el juicio de Dios sobre ellos, les pidió que pensaran en términos realistas: “ahora bien, ¿qué harán ustedes cuando todo esto llegue a su fin?” (v.31).

Esa fue una buena pregunta, entonces, y sigue siendo una buena pregunta hoy.  Tenemos que evaluar cuidadosamente nuestra relación con Dios.  Nos hemos detenido lo suficiente en nuestras ocupadas vidas para preguntarnos:  ¿Hacia dónde va mi vida?.   Debemos medir nuestras actitudes y acciones frente a la Palabra de Dios, si queremos la bendición de Dios en nuestras vidas.

1. ¿Cómo puedo hacer que la Palabra de Dios  sea más importante en mi vida? ¿Qué actitudes o acciones pecaminosas tengo que confesar? ¿Cómo puedo mostrar el amor y la compasión de Cristo hoy?

2. Tome tiempo para pensar a dónde va, y para valorar qué cosas está haciendo que no gustan dónde terminan o donde se están llevando.

NPD/HVL