Lectura: Salmos 34
Marcie (no es su verdadero nombre) había terminado con su novio, y ahora él la estaba acosándola. La seguía, se la quedaba mirando, y la intimidaba de maneras sutiles. Ella lo evitaba lo más que podía.
Un lugar donde ella no podía escapar a la mirada de él era en los partidos de fútbol americano, porque ella era animadora. Durante un partido, él se puso de pie al nivel del campo justo frente al equipo de animadoras y se le quedó mirando mientras ella realizaba sus rutinas. Su mamá y su padrastro, sentados en las gradas, lo vieron allí y se dieron cuenta que ella se estaba asustando más y más.
En un receso, ella corrió a las gradas con los ojos llenos de pánico. “¿Lo ven allí?” soltó. “Sí”, dijo su padrastro. “Estoy observando, y no te quitaré los ojos de encima.” Aliviada de que él hubiese visto lo que estaba pasando y de que él comprendiera cómo ella se estaba sintiendo, Marcie se calmó y regresó a su puesto.
Uno de los maravillosos gozos de ser un creyente en Jesús es saber que nuestro Padre en el cielo siempre vela por nosotros. La promesa expresada por David en el salmo de hoy se aplica a nosotros dondequiera que vayamos. Sin importar aquello con lo que nos enfrentemos, los “ojos del Señor” están sobre nosotros y Sus oídos “atentos a [nuestro] clamor” (Salmos 34:15).
Nunca estamos fuera da la vista de Dios.
1. ¿Sientes la protección de Dios?
2. ¿Le has pedido que te ayude? ¿Le confías tus dudas, tus tristezas, tus alegrías? ¡Qué estás esperando, depende más de Dios y menos de ti!
NPD/DCE