Lectura: Lucas 12:13-21
Mientras conducía a casa de la oficina, vi una mini-furgoneta que orgullosamente exhibía una pegatina (calcomanía) en el parachoques que decía: “El dinero habla: el mío dice adiós.” Creo que muchas personas pueden identificarse con dicho sentir.
Gran parte de nuestra vida se dedica a adquirir y usar dinero, el cual no dura. El mercado de valores se estrella. Los precios se disparan. Los ladrones roban los bienes de los demás. Las cosas se desgastan y se descomponen, y se requiere de la adquisición y el gasto de más dinero para reponer lo que se ha perdido. La naturaleza temporal de la riqueza material la convierte en un mal negocio en la búsqueda de seguridad en un mundo inseguro. El dinero es mucho mejor diciendo adiós que quedándose.
La Biblia no dice en ninguna parte que está mal tener dinero o las cosas que el dinero puede comprar. Donde nos perdemos es cuando el dinero se convierte en el propósito motivador de nuestras vidas. Al igual que el hombre rico y sus graneros (Lucas 12:13-21), terminamos buscando la acumulación de cosas que al final se perderán – si no en vida, entonces ciertamente en la muerte.
Cuán trágico es vivir todas nuestras vidas, sólo para terminarlas con nada de valía eterna que mostrar por nuestros trabajos. Parafraseando las palabras de Jesús, es mucho mejor ser rico para con Dios que trabajar por tesoros que no pueden durar (v.21)
1. ¿Qué significa el dinero para ti? ¿Es tu único motivador de vida? ¿Es un medio para alcanzar fines? ¿Es algo que Dios te permite administrar para tu bienestar y el de las personas importantes en tu vida, incluido Dios mismo?
2. ¿Eres un acumulador de cosas? ¿Por qué lo haces? ¿Estás invirtiendo en lo eterno?
NPD/BCR