Lectura: Apocalipsis 22:1-5

Cuando el abuelo de Bree, una niñita de tres años, sufrió de insuficiencia cardiaca, lo llevaron a un hospital local donde lo declararon muerto. Unas cuantas semanas después del funeral, cuando Bree y su familia pasaron en su automóvil por el hospital, ella señaló el edificio y observó con total naturalidad, “Ahí está el cielo.” Ella sabía que su abuelito estaba en el cielo. Ya que fue al hospital el día que murió, ella pensó que ese lugar debía ser el cielo.

La madre de Bree escribió, “Los adultos [tenemos] conceptos abstractos de un paraíso más allá incluso de las estrellas invisibles.” La opinión infantil de Bree acerca del cielo hizo que su mama pensara en el cielo como un lugar real, lo que ayudo a consolarla.

En Apocalipsis, Juan nos da una visión de cómo será el cielo. Después de haber sido arrebatado al cielo, el vio “un rio de agua de vida, resplandeciente como cristal” y el “árbol de la vida” (22:1-2). Y en ese lugar no había “necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminara” (v.5).

Las palabras son insuficientes para describir el cielo, pero sabemos que es un lugar real para aquellos que han confiado en Jesús como Su Salvador. Jesús nos asegura, “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros” (Juan 14:2). Un día estaremos allí y ya no necesitaremos imaginárnoslo. –

1.  ¿Si mueres hoy a dónde irías?

2. ¿Si mueres hoy estarías satisfecho en la forma en que estás viviendo tu vida actualmente?

NPD/AMC