Lectura: 2 Corintos 9:1-7
El ministro quería explicarle de una forma sencilla, el principio de dar, a uno de sus feligreses quien era granjero y le había preguntado sobre ese tema. Le dijo al hombre: “Si tuvieras 100 granjas, ¿estarías dispuesto a donar las ganancias de una de ellas para la obra del Señor?” El granjero le dijo inmediatamente: “Por supuesto, estaría muy contento si tuviera 100 granjas”.
El ministro siguió su ilustración: “Y si, tuvieras 1.000.000 de dólares ¿donarías 50.000 dólares para la obra del Señor?”, el granjero dijo con muy buena actitud y alegría: “me encantaría tener esa cantidad de dinero y por supuesto no tendría problema en donar ese dinero”.
Luego el ministro hizo una pregunta un poco más incómoda: “Y si tuvieses dos cerdos, ¿le donarías uno a la obra del Señor?” El granjero vaciló por un momento y luego le dijo: “Eso no es justo, ¡usted bien sabe que tengo tan sólo dos cerdos!”
Hablar de dar con generosidad es muy sencillo cuando alguien tiene mucho y puede ofrendar poco en comparación de todo lo que posee. No obstante, cuando el costo de lo que se va a donar representa buena parte de lo que se tiene, cambia la historia.
Algunos creyentes no están conscientes de las necesidades que tienen las iglesias locales, y cuando pasan la bolsa o plato de las ofrendas, de mala gana dan tan sólo las monedas que les sobran.
El Señor no aprueba ese tipo de actitudes, en 2 Corintos 9:7 se nos dice con mucha claridad lo siguiente con respecto a dar: “no con tristeza ni por obligación” y agrega: “Cada uno dé como propuso en su corazón… porque Dios ama al dador alegre”.
- Piensa en todo lo maravilloso que te ha dado el Señor, devuélvele una porción, con sabiduría, propósito y de buena gana.
- La mayor ofrenda sale del fondo del corazón.
HG/MD
“Y digo esto: El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará” (2 Corintos 9:6).