Lectura: Isaías 55:8-11
Cuando era niño crecí en un lugar donde era muy normal ver a lo lejos las tormentas que, acompañadas de relámpagos y truenos, desencadenaban intensos chaparrones que bañaban la tierra caliente. El agua fría refrescaba la tierra… y a nosotros.
El agua es increíble, es capaz de producir cambios maravillosos en las regiones áridas. Por ejemplo, algunos cactus están completamente inactivos durante la temporada seca. Sin embargo, después de las primeras lluvias estivales, brotan y exhiben delicados pétalos rosados, dorados y blancos.
Asimismo, en Israel, después de una intensa lluvia, los terrenos secos parecen florecer de la noche a la mañana. Isaías utilizó la renovación que produce la lluvia para ilustrar la obra de la Palabra de Dios: “Porque como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven allá sino después de haber saciado la tierra y de haberla hecho germinar, producir y dar semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo cual la envié” (Isaías 55:10-11).
La Escritura tiene vitalidad espiritual. Por eso, no vuelve vacía. Dondequiera que encuentra un corazón abierto, renueva, nutre y da vida nueva.
- Permite que la Palabra de Dios refresque tu vida y te alimente con su maravilloso mensaje.
- Un excelente hábito para adquirir este año es leer la Palabra de Dios diariamente, te aseguro que tu vida cambiará.
HG/MD
“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
0 comentarios