Lectura: Mateo 25:31-40
Cuando a un hombre creyente quien recientemente se había jubilado le preguntaron qué iba a hacer con su tiempo ahora que ya no tenía que trabajar rutinariamente, él respondió: “Me gusta visitar a las personas”.
Luego agregó: “Ahora voy a tener el tiempo que siempre quise para visitar a personas de mi iglesia local, también me gustaría poder visitar hospitales y centros de cuidado especial, estas personas normalmente pasan muy solas y necesitan que alguien, con el tiempo que ahora tengo yo, hable y ore con ellos, estaré encantado de hacer ese tipo de cosas.”
Nuestro Señor Jesús les contó una historia a sus discípulos algunos días antes de su crucifixión, en ella enfatiza la importancia de visitar a los necesitados. “¡Vengan, benditos de mi Padre!… estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a mí” (Mateo 25:34, 36). Y ellos le preguntaron: “¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti? Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mateo 25:39-40).
Cuando hacemos visitas a las personas obtenemos muchos beneficios: la satisfacción de poder ayudar a alguien, la alegría de ellos cuando los visitan y el aliento que podemos ofrecerles para que continúen sirviendo al Señor. Por supuesto que, aunque físicamente quizás no podamos movilizarnos, aún podemos orar y también llamar a otros para alentarlos.
- ¿Hay alguien a quien le alentaría que lo visitaras en estos días?
- ¡Cuando ayudamos a otros somos una herramienta útil en las manos del Señor!
HG/MD
“Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
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