Lectura: Romanos 6:1-14

En su libro “Un antropólogo en Marte”, el neurólogo y escritor Oliver Sacks (1933-2015), cuenta la historia de un hombre llamado Virgilio, el cual había perdido la vista a una temprana edad; luego siendo ya adulto, se sometió a una cirugía con la cual recuperó buena parte de su capacidad visual.  No obstante, al igual que el ciego a quien sanó Jesús a las afueras de Betsaida (Marcos 8:22-26), Virgilio tuvo problemas para ver en un inicio; aunque podía distinguir el movimiento y los colores, le era un tanto difícil juntar las imágenes de forma que tuvieran sentido para él.  Por un tiempo, su conducta siguió siendo la misma que cuando no podía ver.

Sacks luego comentó: “Uno debe morir como ciego para nacer de nuevo como un vidente.  Es un ínterin, el limbo…lo que es terrible”.

Ese comentario de cierta forma es similar a lo que Pablo trataba de enseñar con respecto a enterrar al viejo hombre, el cual está muerto, para andar en una nueva vida (Romanos 6:4).  Este es un cambio espiritual dramático que en algunos casos puede tardar un tiempo de ajuste difícil.  Los hábitos y las actitudes muy arraigadas en nuestro ser, pueden persistir como las hojas marchitas en los arboles al final de la estación.

La clave para que la carne (nuestros deseos pecaminosos) con la cual conviviremos hasta el día de nuestra muerte física, no nos domine, es recordar que ya no es la dueña de nuestra vida (v.11) y por lo tanto podemos resistirnos a que reine sobre nosotros (v.12) y ofrecernos a Dios como “vivos de entre los muertos” (v.13), pudiendo tener una vida que agrade a nuestro Señor, pudiendo convivir con otros sin avergonzarnos de nuestras decisiones

  1. Como creyentes, debemos estar conscientes de nuestras debilidades según la carne, para combatirlas y evitarlas.Cuando hagamos esto podremos ser capaces de ver y reflejar a Jesús en nuestras vidas.

 

  1. El pecado ciega, más la gracia de Dios restaura la visión.

HG/MD

“Así también ustedes, consideren que están muertos para el pecado pero que están vivos para Dios en Cristo Jesús.” (Romanos 6:11)