Lectura: 2 Corintios 11:23-31
En un artículo de la BBC se indica que con la suma de las millas de los pasajeros que viajan por medio de un avión, se atraviesa el mundo 4.000 millones de veces al año. Cada uno puede elegir entre más de 22.000 rutas en las que vuelan más de 25.000 aviones comerciales que, en conjunto, representan más de 42 millones de vuelos.
Debido a este fenómeno fueron creados los programas de viajero frecuente que motivan a sus clientes a seguir volando al ofrecer recompensas por su lealtad. Las millas acumuladas pueden intercambiarse por viajes, artículos y servicios gratuitos.
El apóstol Pablo era un viajero apasionado del siglo 1, pero no lo hacía por las “millas de viajero frecuente”; su meta era alcanzar a todos los que pudiera con la buena noticia del perdón y la vida eterna mediante la fe en Jesús.
Cuando algunos corintios cuestionaron su autoridad, escribió una carta en la que describía el precio que había pagado por llevar el evangelio a otros: “tres veces he sido flagelado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado en lo profundo del mar” (2 Corintios 11:25).
Dios le dio a Pablo la gracia y la perseverancia para arriesgar su vida, a fin de hablarles de Jesús a las personas sin pensar en el beneficio personal.
- Entonces, ya sea que nos persigan o elogien por nuestro servicio al Señor, no perdamos el objetivo de ser siempre leales a Él y agradecidos por su sacrificio de amor.
- Ser un viajero frecuente para el Señor implica compartir intencionalmente el evangelio donde quiera que vayamos, sin que medie el interés o el reconocimiento personal.
HG/MD
“Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad” (2 Corintios 11:30).