Lectura: Salmo 51:1-17

Las redes sociales son muy útiles y rápidas para informar, pero también son extremadamente eficientes para contarnos los errores de los famosos o las personas en el poder; por ejemplo, el deportista arrestado por tomar drogas o el político que ha sido descubierto robando. 

Y aunque sólo las personas involucradas y Dios saben la verdad, cuando oímos las palabras: “No es lo que parece…”, nos preguntamos si esa persona en verdad es inocente o si lamenta haber sido descubierta.

En el Salmo 51, nos encontramos con uno de los pasajes más tristes en la vida del rey David, pero al mismo tiempo de los más sobresalientes, ya que a pesar de las consecuencias él confiesa su pecado y está avergonzado de él (2 Samuel 12:1-13; Salmo 32:3-5); pero, lo trascendental en este pasaje de su vida es que pide perdón y misericordia.

Él estaba consciente, reconoció que su pecado afectaba su relación no solo con la gente, además y principalmente con Dios ya que lo ofendía, y que solo Él podía juzgarlo (Salmo 51:1-6). Comprendió que el Señor debía limpiarlo (vv. 7-10) y celebró su restauración con servicio y adoración (vv. 11-17).

Una verdad innegable es que TODOS pecamos y no podemos alcanzar la gloria de Dios (Romanos 3:23). No obstante, cuando sentimos que el gran peso del pecado nos agobia, disponemos de la bendición de la confesión ante Dios y el perdón para levantarnos (1 Juan 1:9). ¡Solamente nuestro grandioso Dios puede convertir nuestros pecados en una oportunidad para crecer en su gracia, poder y amor!

  1. Todos nos equivocamos, el asunto es qué hacemos con esas equivocaciones, recordemos el pasaje de Jesús y la mujer hallada en adulterio, sus palabras para ella fueron: “…Vete y, desde ahora, no peques más” (Juan 8:11).
  2. Su perdón alcanza hasta al más vil de los pecadores si llega arrepentido y le pide a Jesús que lo salve; ese perdón también puede llegar hasta ti.

HG/MD

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión borra mis rebeliones” (Salmos 51:1).