Lectura: Juan 11:14-36
Esteban era un niño con un gran corazón y que tenía por vecino a un adulto mayor, cuya esposa había muerto hacía poco tiempo. Un día Esteban lo vio llorando, se acercó, le dio un abrazo, se sentó a su lado, y se quedó ahí sin decir palabra; el anciano de vez en cuando dejaba escapar unas cuántas lágrimas, hasta que poco a poco se fue recuperando. Esteban sabía cuál era el equipo de fútbol favorito del hombre, y coincidentemente compartían el mismo gusto, así que empezó a preguntarle por los diferentes jugadores que había visto jugar en todos sus años como aficionado. En ocasiones el anciano paraba y comenzaba a llorar, entonces el niño lo abrazaba, lloraba con él y esperaba a que se repusiera para empezar a conversar de nuevo.
La madre le preguntó a Esteban: ¿sobre qué estuviste hablando con el vecino?, a lo que él respondió: “de nada importante, conversamos y en ocasiones sólo le ayudé a llorar”
En ocasiones esto es lo único que podemos hacer por las personas que están sufriendo a causa de una profunda tristeza. Muchas veces nuestros intentos para decir algo “sabio” o “apropiado”, sólo terminan en situaciones incómodas. Sería más humano acercarnos, ofrecerle un abrazo, hablar de un tema neutral y si fuera del caso, llorar junto a la persona.
La Biblia misma nos da este consejo en Romanos 12:15: “Lloren con los que lloran”. Jesús mismo puso en práctica este principio al visitar a María y Marta, luego de la muerte de su hermano Lázaro. Jesús fue víctima del reclamo de una desesperada María, que estaba desconsolada luego de la muerte de su hermano. Jesús al verla compartió con ella su dolor, haciendo lo más natural en un caso como este: llorar (Juan 11:35). Los que le observaban dijeron: “Miren como lo amaba” (Juan11:36).
En la mayoría de los casos, lo mejor que podemos hacer por quienes están enfrentando las tragedias de la vida, es ayudarlos a llorar.
- Jesús mismo nos animó a llorar, ¿conoces a alguien que necesite tu hombro para llorar?
- Una tristeza compartida se reduce a la mitad.
HG/MD
“Llorad con los que lloran” (Romanos 12:15).