Lectura: Salmos 36:5-12

En mis días de universidad tenía una amistad que estaba enamorado de una mujer quien vivía en otro país.  Mi amigo era bastante pesimista, por lo que a menudo se pasaba preguntando si en verdad una relación a distancia como la que tenía sería duradera.

Se preocupaba porque quizás la distancia los separaría, si un día no recibía un correo electrónico de ella, se pasaba pensando el resto del día que seguramente ya no lo quería, que talvez había otra persona, que le había ocurrido algo malo, o que el siguiente día recibiría un correo donde le terminarían su relación.

En ocasiones era tan obsesivo que muchas veces le tuve que insistir que utilizará un poco de saldo telefónico para llamarla; cuando lo hacía descubría que todo estaba bien, que nada había cambiado y que su amor era tan firme para con él como la última vez que habían podido verse físicamente.  Luego de esto se avergonzaba mucho porque había dudado de ella y prometía no volver a hacerlo, pero esa promesa tan sólo duraba a lo sumo un par de días.

Al igual que mi amigo inseguro, en muchas ocasiones también a nosotros nos falta la fe y cuestionamos el amor de Dios por nosotros.  Su amor, a pesar de nuestras dudas, continua firme y constante, ya que su misericordia como dice el salmista alcanza “hasta los cielos” (Salmos 36:5).  Podemos sin duda estar seguros de que Dios cumplirá todo lo que ha prometido (1 Tesalonicenses 5:24; 2 Tesalonicenses 3:3).  Sus promesas están respaldas por Su carácter.

  1. Cuando te visiten pensamientos que te digan que no le interesas a Dios, acuérdate siempre que Su amor por ti nunca ha cambiado, no depende de lo que pienses o de cómo te sientas, ya que Su fidelidad es más fuerte que cualquier cosa que puedas imaginar.
  2. Al confiar en la fidelidad de Dios, disipas tus temores.

HG/MD

“Oh Señor, hasta los cielos alcanza tu misericordia” (Salmos 36:5).