Lectura: 1 Juan 5:1-5

Su nombre era Sofía y había estado casada con Jorge hacía tan sólo un año, cuando fue víctima de un derrame cerebral masivo, el cual la dejó incapacitada para caminar y hablar.  Desde un inicio sus padres se ofrecieron a asumir la responsabilidad de su cuido, de manera que su esposo pudiera quedar libre; sin embargo, él se negó, y amorosamente junto con ellos se hizo cargo de Sofía, durante los 25 años que les acompañó hasta su fallecimiento.

Muchos sintieron lástima por Jorge, pensando que él se había privado de su vida tontamente por 25 años, más Jorge no lo veía de esa forma pues amaba a Sofía, y se había comprometido a estar con ella en las circunstancias buenas y malas, y su fe en Jesús fue el motor de su amor por ella.

Como creyentes, amamos a Dios, debido a que Él nos amó primero, y por esta razón hemos hecho de la obediencia a Dios nuestro mayor anhelo y compromiso.  Nuestra relación de amor con Él, hace que esa obediencia sea una fuente de gozo, en lugar de una carga opresiva.

Es por esto, que los incrédulos continuamente se preguntan: “¿Cómo puedes ser feliz, renunciando a toda la “diversión” que ofrece el pecado?”  La respuesta es muy sencilla, los creyentes podemos ver la vida desde la perspectiva de la eternidad, debido a que hemos nacido de nuevo.  El apóstol Juan lo expone de esta forma: “Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5:4).  Todos los que hemos confiado en Jesús y le obedecemos, tenemos la certeza que lo Dios tiene para nosotros, es mejor que cualquier otra cosa que el mundo pueda ofrecernos.

  1. Debido a que conocemos su amor y andamos por fe, podemos vivir victoriosos en medio de todas las circunstancias de la vida.
  2. El verdadero gozo es el resultado de una vida rendida a Dios.

HG/MD

“Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5:4)