Lectura: Lucas 12:13-21

Un hombre que había comprado una gran y lujosa casa, la llenó de bellos muebles e impresionantes terminaciones con materiales exclusivos.  Un día invitó a un amigo, y le hizo un recorrido por las esplendorosas habitaciones, cada una parecía una mansión por lo amplias que eran y los detalles que tenían.  El dueño de la casa dijo con orgullo: “Bueno, ¿qué le parece?”.  El hombre esperaba que su amigo le diera una alabanza por poseer aquella hermosa casa, pero quedó sorprendido cuando su invitado le contestó de la siguiente forma: “Es sin duda magnífica, pero si quieres que sea completamente honesto contigo, cosas como éstas hacen terrible el lecho de muerte”.

Esta historia es muy similar a la que leímos en Lucas 12:16-21, donde nos encontramos al granjero rico; el Señor contó la historia de un hombre que pensaba que las riquezas podían satisfacer su alma (v.19).  Más Dios le llamó necio y le dijo: “…esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?” (v.20).

Cuidado, pues si llegamos a amar tanto los bienes de este mundo, haciendo que la esperanza del cielo pierda atractivo, podremos estar seguros que lo terrenal se convertirá en algo más valioso para nosotros que lo celestial, pese a ser un tesoro temporal y sin futuro.  Recuerda lo que nos dijo Jesús en Mateo 6:21: “Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón”.

Podemos disfrutar de nuestras posesiones temporales, más esto nunca debe restar el atractivo a lo que es verdaderamente eterno.  Ni lo más maravilloso que podamos encontrar en la tierra se compara con las glorias de la vida eterna con Jesús.

  1. Invierte tu vida en lo eterno. Recuerda lo dicho por el Señor: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, se los hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para ustedes” – Juan 14:2

 

  1. Puedes compartir con otros la mayor riqueza que tiene todo creyente, sobre cómo Dios nos liberó de nuestra pena de muerte y nos dio vida gracias a la muerte y resurrección del Señor.

HG/MD

“Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” Mateo 6:21