Lectura: 1 Tesalonicenses 4:13-18
En una ocasión le pidieron al millonario Eugene Lang (1919-2017), que diera una charla a los estudiantes del sexto grado en una escuela de Harlem en Nueva York. Una persona que lo conoció, dijo que ese día el Sr. Lang, estaba un tanto preocupado pensando en lo que iba a decirles a estos niños que vivían en riesgo social y quienes según lo que mostraban las estadísticas, no continuarían sus estudios por las condiciones que los rodeaban. Finalmente decidió dejar a un lado las notas que había hecho para la ocasión y decidió hablarles con el corazón: “Terminen la escuela”, les dijo, “y yo les ayudaré a cada uno de ustedes a pagar la universidad”.
Aquel fue un momento decisivo para muchos de esos niños y niñas, ya que por primera vez en sus vidas tenían una esperanza de superación. Casi el 90% de esa generación, logró terminar la secundaria con éxito. Luego de algunos años, entrevistaron a uno de estos muchachos y le preguntaron sobre qué lo había motivado a seguir, él dijo: “Había algo que podía esperar, algo que me daba confianza, era un sentimiento maravilloso que me impulsaba”.
Las personas no tienen esperanza, son personas sin futuro hasta que logran restaurar esa esperanza y sus vidas son restauradas. Esto es completamente cierto para aquellos que han decidido confiar en Jesús como su Señor y Salvador. Jesús nos brinda una base segura, en la cual podemos descansar. El Señor prometió regresar para llevarnos a nuestro verdadero hogar. “Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes.4:17). Hasta entonces, tenemos la ayuda del Espíritu Santo para sobrellevar las situaciones de la vida (1 Tes.1:5).
Los creyentes en Cristo tenemos nueva vida y gozaremos de una plenitud total cuando estemos al lado de nuestro Señor.
- ¿En tu vida existe lugar para la esperanza? Si aún no la tienes, admite que eres pecador, que has fallado al blanco, y confía en Cristo como Salvador y Señor, sólo en Él hay esperanza de vivir plenamente.
- Si Cristo vive en tu corazón, tienes una esperanza viva.
HG/MD
“Oh alma mía, reposa solo en Dios porque de él es mi esperanza” (Salmos 62:5).