Lectura: Lucas 2:1-14
Al regresar de un ensayo del coro donde canta mi esposa, íbamos por una calle decorada con innumerables decoraciones navideñas y luces que destellaban en medio de la oscura noche. De repente un cartel llamó nuestra atención, estaba iluminado por cientos de luces que decía las palabras: “Un tiempo de esperanza”. Ver ese letrero en la oscuridad, me hizo recordar que Jesús es y será la única esperanza real para la humanidad.
Antes de que el Señor Jesús naciera al encarnarse en este mundo, las personas anhelaban que llegara a sus vidas el Mesías esperado. Aquel que los liberaría, aquel que intercedería a su favor (Isaías 53:12). Había sido prometido que el Mesías nacería por medio de una virgen, que daría a luz en Belén y que lo llamarían Emanuel o Dios con nosotros (Isaías 7:14).
Así que aquella oscura noche cuando nació Jesús, la esperanza de aquellas personas se hizo realidad (Lucas 2:1-14).
Por supuesto, ya no esperamos que Jesús venga en la forma de un niño, lo cierto es que Él sigue siendo la fuente de nuestra esperanza. Aguardamos con ansias Su regreso (1 Tesalonicenses 4:13-18), anticipamos el hogar celestial prometido (Juan 14:2) y soñamos vivir con Él para siempre (1 Tesalonicenses 4:16).
- Como creyentes estamos expectantes de Su regreso y esa es nuestra esperanza.
- ¿Cuánto te anima saber que hoy estás un día más cerca de Su regreso que ayer?
HG/MD
“Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús, nombrado por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús, quien nos da esperanza” (1 Timoteo 1:1).