Lectura: 2 Corintios 5:12-21

Aprovechando una conversación en el café de la universidad a la que asistían, Silvia le empezó a hablar del evangelio a su compañera de cuarto Hellen.  Aprovechando el tema de los problemas que enfrentaban con el profesor que daba sus clases con un nivel muy alto y casi incompresible, ella le dijo que al igual que había una barrera de comprensión entre ellas y su profesor, había una barrera que la separaba completamente de un Dios santo, pero que Jesús había muerto y resucitado para salvarla y derribar esta barrera de separación.

Hellen ponía la siguiente excusa para no creer: “Pero si lo recibo como Salvador, ¿voy a tener que contárselo a los demás? No quiero hacerlo, no me creo capaz de derribar las barreras de otros hacia Dios”.  Decía que no encajaba con su personalidad, que no quería tener el problema que representaba hablarles a otros acerca de Jesús.

Silvia le explicó que, para recibir al Señor, no era necesario preocuparse en demasía sobre cómo iba a enfrentar a personas difíciles, ya que una vez que ella conociera a Jesús, se convertiría en su embajadora ante el mundo (2 Corintios 5:20), y Dios le daría las herramientas necesarias para testificar a otros (Filipenses 2:13, 2 Timoteo 3:16-17).

Después de conversar un rato más, Hellen reconoció su necesidad de que Cristo la salvara. Más tarde, se fue a su casa entusiasmada y en paz. Entonces, sucedió algo curioso: a las 24 horas de aceptar a Cristo, ya les había contado a tres personas sobre lo que Dios había hecho en su vida.

  1. Sin importar las barreras que nos presenten las personas para no escuchar de Jesús, debemos de tener algo claro, no somos nosotros los que tenemos que convencer a las personas, esa es la labor del Espíritu Santo (Juan 16:8-11), nuestra labor es ser embajadores de Dios que es el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:18-19).
  2. Cuando comprendemos lo que Dios ha hecho por nosotros que es salvarnos de un camino de perdición, estaremos totalmente preparados para contarle a otros lo que Él ha hecho en nuestras vidas.

HG/MD

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Corintios 5:20).