Lectura: Juan 13:2-20
Ver el dinero como un símbolo de poder, es algo que a través de los tiempos ha permeado las diferentes culturas. De hecho, muchos de los desacuerdos personales e incluso guerras, han sido motivados por el afán de obtener dinero a cualquier precio. Muchos han llegado a comprometer sus valores con tal de poder vivir un estilo de vida que demanda un alto precio.
En un mundo que literalmente da culto al dinero, algunos se aprovechan y lo usan para controlar a las personas que los rodean. Un ejemplo de ello son los creyentes que como método para ejercer presión sobre los líderes de sus iglesias, dejan de ofrendar si no van en la dirección que ellos desean. Los creyentes siempre estaremos en peligro de ser atraídos hacia esta tentación tan seductora para el ego.
Al dar una mirada a nuestro Señor y el uso que Él hizo de su poder, nos encontramos con algo muy diferente. Reveló su gran poder sobre la enfermedad y lo usó para sanar a los enfermos independientemente si tenían o no dinero. Mostró su gran poder sobre la naturaleza y lo usó para calmar las tormentas y así traer tranquilidad a los corazones. Estamos hablando del Creador que alimentó a una gran multitud hambrienta. Tenía poder sobre su propia vida y renunció a ese poder para entregarla voluntariamente con tal de dar vida a quienes no la merecían, a los pecadores que aceptaran su sacrificio (Romanos 10:13).
Jesús tiene todo el poder pues es Dios; sin embargo, lo usó para servir a otros, para ponerse como siervo. A pesar que sus discípulos lo reconocían como su Señor, tal como leímos en la lectura devocional, en el Aposento Alto una vez más Jesús muestra su actitud de siervo al lavarles los pies. Cuando Pedro protestó, Jesús le indicó de forma firme: “Si no te lavo no tienes parte conmigo” (Juan 13:8); con esta afirmación trazó un claro paralelo hacia nuestra necesidad de ser limpiados de nuestro pecado por medio de su sacrificio en la cruz.
- Siempre es aconsejable hacernos un autoexamen y preguntarnos cómo usamos el poder del que disponemos, ya sea que hablemos de dinero, influencia, posición, entre otros. Nunca debemos perder de vista el servicio hacia los demás.
- Mientras más sirvamos a Cristo, menos nos serviremos a nosotros mismos.
HG/MD
“Y cualquiera que anhele ser el primero entre ustedes será siervo de todos” (Marcos 10:44).