Lectura: Mateo 3:1-17
En el mundo de la diplomacia y las relaciones internacionales, es normal que para iniciar negociaciones se envié a un representante muy calificado y con cierta sofisticación para impresionar a las personas con las cuales se quiere hacer negocios. Seguramente, no quieren que esa persona sea desaliñada o sin mesura a la hora de hablar, ni tampoco una persona que critique abiertamente las políticas del lugar donde desean incursionar con sus productos o servicios.
Probablemente, a esas personas no se les ocurriría contratar para el puesto a un hombre como Juan el Bautista. Pero sabes qué, Jesús sí lo hizo. Juan el Bautista fue su precursor y llevó un mensaje fuerte de arrepentimiento a las autoridades y al pueblo en general y anunció la pronta llegada del Mesías. No obstante, para mayoría de nosotros Juan el Bautista no calificaría para ser el embajador y precursor de Jesús.
Lo anterior demuestra que la forma en la cual nuestro Señor escoge a sus seguidores y servidores dista mucho de la forma en la que nosotros lo hacemos, debido a que por naturaleza tendemos a preferir las apariencias, la elocuencia y la diplomacia; mientras tanto, Jesús prefiere es que sus escogidos sean personas dispuestas y obedientes, sin importar el tamaño, educación, forma, ni apariencia.
Al ver la clase de personas que escogió Jesús su círculo más cercano, tales como: Juan el Bautista o sus discípulos, podemos ver que eran personas comunes que tenían trabajos de salario mínimo y se ensuciaban las manos en tareas ordinarias, tales como tú o como yo.
- Hoy Jesús sigue llamando a personas que no necesariamente cumplen los estándares de “calidad” que mundo prefiere, pero que sí están dispuestas a servirle a pesar de las circunstancias.
- Tú puedes el ser el precursor de Jesús para alguien que necesite conocerlo como Su Señor y Salvador.
HG/MD
“Pues este es aquel de quien fue dicho por medio del profeta Isaías: Voz del que proclama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; enderecen sus sendas” (Mateo 3:3).