Lectura: Génesis 25:27-34

Sin lugar a dudas los nombres son importantes, un nombre nos debería decir mucho de una persona.

En las culturas orientales, por ejemplo, en la China, los nombres están compuestos por tres partes, la primera es el nombre de la familia, esto distingue a una familia de otra, la segunda corresponde al nombre de la generación, esto para diferenciar entre las diversas generaciones, y la última es el nombre de pila, el cual distingue a la persona del resto de la familia y normalmente tiene un significado particular; al final en un nombre está incluida toda la asociación familiar de una persona.

En nuestra lectura devocional en Génesis 25, leemos con respecto a Esaú.  En su historia notamos que era un hombre con bastante apetito y sin mucho apego a las cosas o posiciones, es por ello que cuando su hermano Jacob le ofrece un poco de guisado rojo a cambio de su primogenitura, él acepta sin mucho reparo, y a partir de ese momento es que adquiere su segundo nombre, Edom, que significa literalmente rojo. Nadie se imaginaba que un plato de guisado rojo, iba a cambiar la vida del pueblo judío.

Detrás de este hecho, hay una verdad importante, esto no se trata de entender cómo se formaban los nombres en la antigüedad o en otras culturas, se trata de nuestras decisiones; aquel día Esaú decidió que el alimento físico era más importante que una herencia, que a la larga sería una herencia espiritual que Dios tenía disponible para él, ya que era el hijo mayor.  Y es por ello que le fue asignado el nuevo nombre Edom, y esta familia luego se convertiría en una nación que tendría disputas y encuentros con Israel; luego de Esaú, quizás el más famoso edomita fue Herodes el grande, uno de los más terribles por su maldad.

  1. No tienes que cambiar tu nombre para mostrar tu carácter renovado, lo que necesitas es actuar acorde con tu fe.
  2. Valora lo que Dios ha depositado en tus manos, las herramientas y dones con los que te ha provisto, no sea que, por tus decisiones adquieras un mal nombre.

HG/MD

“Por lo cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).